A Unai San Martín (Eibar, Gipuzkoa, 1964) le gusta recordar un día durante el cual paseando por un bosque de pinos insignis, en California, lugar originario de esta especie, el olor le devolvió a su infancia; aquel árbol y el suelo cubierto por sus agujas le habían acompañado durante toda su niñez. Aquella sensación aludía a la posibilidad de conectar dos lugares queridos, de unificar dos paisajes en uno y cerrar un círculo; una práctica que ha resultado esencial en el desarrollo de la obra de este artista que ahonda en el concepto del paisaje como una construcción mental.
Así, de los paseos tanto exteriores como interiores, surgen las piezas que componen esta exposición, realizadas mediante la técnica del heliograbado. Obras de pequeño formato, que tal y como describe el autor, “viven más en el terreno de la poesía que de la épica”, en las cuales, a pesar de no estar presente la figura humana, se intuye su presencia. Un universo nebuloso, donde queda resaltado lo esencial, que adentra al espectador por solitarios andurriales habitados por cuervos, testigos mudos de los altibajos de la existencia humana.
Allí donde las ramas parecen contar historias antiguas con cada una de sus curvas y protuberancias y las rocas, esculpidas por el viento, se presentan como portales hacia mundos internos y externos, donde la memoria se entrelaza con la imaginación. Un reflejo de la eterna danza entre el ser humano y su entorno.
María Millán, comisaria.